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07 septiembre 2005


No existe mejor vicio que el de sumergirse en la duda; cuando uno cuestiona incluso su propia existencia, su propio rol en esta sopa de materia, es cuando está más cerca de la verdad absoluta...no de aquella referida a un ser o seres superiores, sino de la particular, la que interesa y nos compete realmente, la de nuestro fin y objetivo personal...Aún busco esa clave, que ya creí encontrar tantas veces y tantas otras comprobé (no desilusionado, sino más bien, entusiasmado) que equivocaba los caminos e interpretaciones, dejando demasiados factores librados al azar...De todas maneras, no creo en la imposibilidad de conseguirla; sólo es cuestión de entregarse a la llama de la meditación introspectiva, de volver al origen, regresar en los propios pasos, incluso en nuestras demostraciones de tiranía, y patear el tablero en otro sentido, pero jamás aceptar el juego que nos dan como cierto y no es más que una distracción...Sólo así lograremos la experiencia de la eternidad, y borraremos el miedo a la única razón del vivir: la muerte, el fin del dolor, pero también de las posibilidades de sentir...